Aquí está mi cajón digital, como el que durante años he tenido en los rincones de los sitios dónde he vivido y donde se han ido reuniendo poemas y relatos, poblados con los personajes y las emociones de mi vida, esperando, haciéndome compañía y recordándome que hay quien ha nacido con arte aunque, a veces, no se sepa que hacer con él. Gracias por venir a pasar un rato con todos nosotros.
Gloria subió los peldaños viejos cargada con su bolso de viaje, con el ímpetu que le daban sus apenas veinticinco años, los cinco pisos de aquel antiguo edificio, de la calle de la luna, parecían acabarse, cuando por fin una especie de tejado compuesto de vigas y cristaleras sucias le anunció la llegada.
Ya faltaba poco para el día mágico, mi cuerpecito, de apenas 6 años, no podía dejar de moverse por todo el piso, de la calle Llorens y Barba. Inquieta agarré a mi yayo por la manga, de su camisa blanca de camarero.
Un aroma ácido me hizo salivar al paso de los limones, amarillos jugosos, bien apilados junto a la pirámide de naranjas. No había caminado ni veinte pasos cuando me di de bruces contra el puesto de las olivas. Había de toda clase, verdes, negras, rotas, gordas, arbequinas todas olorosas en su mezcla avinagrada aderezadas con hierbas y especias.
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