―Niñas mañana recibiréis a nuestro señor, si tenéis algún pecado tenéis que confesaros para no caer en pecado mortal ¡―Su voz chillona se amplificaba en los muros de la iglesia ― Pensad que Dios lo ve todo y no podéis esconderle nada—
Metí mis manos frías en los bolsillos de la chaquetilla y busque por el recinto entre las figuras de los santos que me observaban. Pensé si alguno se chivaría al Dios ese que se la pasaba castigando, un día si y otro también de las peleas con mi madre y peor aún, de los malos pensamientos, los insultos al borde de mi padre.
Enseguida me escapé de allí imaginándome vestida con mi vestido largo y blanco como el de mis primas cuando se casaron. En los regalos y los dulces. Eso era lo único que me interesaba de la ceremonia.
El cura nos despidió con un seco
--Portaros bien ¡que vuestra alma debe de estar inmaculada. Vais a recibir a Jesús¡.
Salí de allí y corretee hasta mi casa que estaba en la misma calle, toque al timbre y mi madre abrió la puerta..
―Mira ya te cosí el vestido para mañana, tu prima te deja estos zapatos de charol, y la Sra. Pilar el rosario y el librito de oraciones. Y yo te peinare una cola de tirabuzones… con ese Pelo tan largo y bonito que tienes¡―emocionada hacía gestos con sus manos y ponía esa vocecilla suave, que con arte, me iba llevando al huerto sin permiso.
―Pero mama es de color rosa y encima es corto, todas las niñas van de largo, no me gusta, no voy a ir así…no lo haré ¡…
Los grandes ojos de mi progenitora eran dos balsas de aguas limpias azuladas que no parecían inmutarse con mi pataleo chillón. Mamá cogió delicadamente la prenda de la discordia y con una risita que me enfadó aún más soltó su discursito..
―Todas las niñas irán iguales, tú serás la más original, ahora la moda es de corto ―Su figura agachada a mi altura cambio el tono al ver que no me convencía y se sacó de la manga la cara de pena que nunca le fallaba ¡― hija mía yo he hecho lo posible, pues tú ya sabes que no tenemos dinero, además haremos una merienda y podrán venir dos o tres amiguitas tuyas, y tus primas y también los yayos..
Estaba en el altar en medio de todas las novias de blanco siendo la nota discordante rosa y con minifalda, con los brazos caídos renunciando a satanás.
Las niñas sentadas en las sillitas de madera no nos atrevíamos a decir ni mu. Un señor alto disfrazado con un vestido blanco hasta los pies, se movía de acá para allá en aquel semicírculo improvisado.
Manolita miraba tras las rejas las magnolias que colgaban descaradas. del árbol de hojas brillantes.
Existió un reino perdido entre las telarañas del tiempo, donde los habitantes vivían aterrorizados, por un rey déspota, que estaba obsesionado por el control de todas sus gentes.
Rellena el siguiente formulario y en breve nos pondremos en contacto contigo
Usamos cookies de terceros con fines analíticos, en resumen solo usamos las cookies de Google Analytics para poder analizar nuestro tráfico.