IRENE
Ese domingo de octubre sobre las diez de la noche subí apresurada los siete pisos que me separaban de mi rellano y antes de sacar la llave de mi bolso apareciste por primera vez en mi vida.
Justo en mi puerta, allí en la alfombra donde se leía bienvenidos, estabas tú acurrucada, mirándome con aquellos ojos marrones fijamente a los míos, tu cara de pastor alemán contrastaba con esas patitas tan cortas y tu cuerpo alargado de salchicha.
Metí la llave en la cerradura con la esperanza que te fueras, pero tú con pasitos lentos, fuiste directa al sofá de enfrente del pequeño comedor y te plantaste encima. Solo acerté a decirte
--Oye ¡que tú no vives aquí¡
Dio igual entonces hiciste aquel gesto que yo solo había visto en una película.
Sentada con las patas de adelante apoyadas en el sofá, giraste primero tu cabeza a la derecha y luego a la izquierda, invitándome a la ternura.
Para ese momento ya mis dos gatos empezaron a inspeccionar la escena, la gorda una gata grandota blanca con manchas negras, con sus malas pulgas habituales se puso a bufar, dando su opinión de desagrado.
El Moisés mi gatito negro tan bondadoso no le siguió el juego, el solo se acercó cariñoso igual que siempre, a rozarse en mis pantalones de algodón negro para llenarlo de pelos como de costumbre.
Así empezó nuestra aventura. Por más que le insistí al vecino, de que su perra se había colado en mi casa…no hubo nada que hacer..
La solución de la guardia Urbana fue más drástica.
--Mire señora si quiere la puede traer a la perrera pero si en quince días no la reclaman la vamos a sacrificar
Por suerte tenía pollo congelado que te cocine, tú te lo comiste de un bocado, Luego me fui a consultarlo con la almohada, decidida a encontrar a tu dueño y devolverte a tu vida. Pensé seguro se escapó, o se perdió..
Después de varios días pegando carteles sin respuesta, me dirigí al calendario para ver el santo que se correspondía al veinte de octubre.
--Mira mientras decido que hacer contigo te llamaré Irene...
Te nombré y moviste la colita... Esa que durante mucho tiempo no sacaste de entre tus patas traseras siempre que había extraños cerca.
En un mes ya me habías conquistado y fue justo entonces cuando estando en el parque una señora andaluza muy chistosa me soltó
Las niñas sentadas en las sillitas de madera no nos atrevíamos a decir ni mu. Un señor alto disfrazado con un vestido blanco hasta los pies, se movía de acá para allá en aquel semicírculo improvisado.
Manolita miraba tras las rejas las magnolias que colgaban descaradas. del árbol de hojas brillantes.
Existió un reino perdido entre las telarañas del tiempo, donde los habitantes vivían aterrorizados, por un rey déspota, que estaba obsesionado por el control de todas sus gentes.
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